martes, octubre 22, 2013

Las teorías conspirativas en los tiempos de Internet

El filósofo Karl Popper afirmaba que un marxista no podía abrir un periódico sin hallar, en cada página, pruebas confirmatorias de su interpretación de la historia, esto es, la aceptación de que efectivamente la historia, se dirigía en sentido a la destrucción del sistema capitalista y al fin de la sociedad de clases. Cuando hace poco tiempo atrás se conoció, a través de los periódicos The Guardian y The Washington Post, los documentos clasificados y secretos hechos públicos por Edward Snowden, experto en informática y empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), muchas personas creyeron confirmar sus más dispares y disparatadas teorías conspirativas con una actitud similar al marxista aludido por Popper.

Debido a ello, resulta imperioso preguntarnos acerca del significado de tales teorías. Las teorías del complot o teorías de la conspiración suponen que la historia evoluciona por causa de conspiraciones, de individuos o de grupos secretos, que manejan los hilos de nuestra vida general. Dos ejemplos clásicos de teorías conspirativas, una del siglo pasado y la otra del siglo actual, parecen tener una inmensa cantidad de seguidores y repetidores: la falsificación de la NASA de la llegada del hombre a la Luna en 1969 y la demolición controlada de las Torres Gemelas de EE.UU. en 2001.

Quien ve conspiraciones por todos lados, supone la existencia de dos tipos de niveles comprensivos de la realidad. El primer nivel, superficial, falso y con apariencia de real, es el de las masas, el de la mayoría de las personas que no pueden alcanzar la comprensión de la realidad y aceptan tontamente, y  sin más, los hechos mostrados por las grandes corporaciones periodísticas y mediáticas. El segundo nivel, profundo, verdadero y real, es el de los que ven “la mentira” detrás del telón, el de los que entienden y comprenden el accionar de los conspiradores, el de unos pocos elegidos que encuentran la “trampa” en la que caemos nosotros, mayoría de inútiles, simples y engañados ciudadanos. Este último nivel de comprensión es compartido por los conspiradores y por los que creen en las conspiraciones. Para tales individuos, no solamente los grandes acontecimientos, como los nombrados anteriormente, son conspiraciones exitosas sino que la pobreza, las guerras, la desocupación, la escasez son el resultado de los designios de individuos o grupos conspirativos. Popper señalaba, en La sociedad abierta y sus enemigos (1945), que ya había desaparecido la creencia en los dioses homéricos cuyas conspiraciones explicaban la historia de la guerra de Troya, pero que ahora los dioses habían sido desplazados y habían dejado el lugar para hombres o grupos poderosos.

Recientemente dos pensadores relevantes se han manifestado, en el periódico español El País, en relación al caso Assange y Snowden. El filósofo neomarxista Slavoj Žižek ha llamado a estos dos espías, los nuevos héroes de la libertad, por ser quienes denuncian las prácticas ilegales de EE.UU. en la era del control digital. El escritor liberal Mario Vargas Llosa los calificó, sin embargo, como depredadores de esa libertad que dicen defender y héroes mediáticos de la frivolidad progresista que son convertidos en instrumentos de regímenes autoritarios y totalitarios. Ambos, sin embargo, concuerdan en que tanto Assange como Snowden no descubrieron nada que todo el mundo ya sospechase con anterioridad: en la era de Internet todos somos algo espiados. A Žižek le impresiona tener los datos concretos filtrados por Snowden, a Vargas Llosa la filtración de los documentos confidenciales le parece una violación más del derecho de privacidad, ya desaparecido y arrasado mucho tiempo antes por la prensa amarilla y los programas de TV y radio, ocupados en sacar a la luz las intimidades de aquellos a quienes quieren destruir. Todos estos medios, programas y revistas no tendrían la relevancia inmerecida sino contaran con la complicidad de una inmensa cantidad de ciudadanos “comunes” interesados en consumir dichos productos.

Nuestra responsabilidad individual es ineludible. Cuando creamos una cuenta de correo electrónico aceptamos pautas espiatorias que nadie que haya meditado un minuto en el asunto puede ignorar.  Un famoso buscador y proveedor de correo electrónico anuncia, en el contrato de una cuenta de correo, que: “Recopilamos información para brindar mejores servicios a todos nuestros usuarios: desde averiguar cosas básicas como el idioma que usted habla, hasta cosas más complejas como los anuncios que a usted le parecen más útiles o la gente que más le importa en línea.” Entonces, ¡todos somos espiados, y aceptar un contrato para luego quejarse infantilmente de ser espiados casi roza lo ridículo!

Quienes se benefician y obtienen una gran tajada, favoreciendo las creencias de las más variopintas teorías conspirativas, son los políticos. Estas teorías calan en las creencias de las personas por las mismas causas que el economista Schumpeter le reprochaba a los marxistas del siglo XX: utilizan para sus teorías hechos conocidos por todo el mundo de una manera superficial y conocidos por muy pocos profundamente y a fondo. Tales teorías son poseedoras de un gran poder explicativo, abusan del aspecto acrítico del sentido común y son extremadamente reduccionistas y maniqueas.  Detrás de cada teoría conspirativa se encuentra algún tipo de lógica binaria: el bien y el mal, los buenos y los malos, los amigos y los enemigos, los patriotas y los vende-patrias y en última instancia, los que ocultan “la realidad” y los que la descubren y la muestran “solidariamente”.

La cuestión no pasa por negar la existencia de teorías conspirativas, que de hecho las ha habido y las hay, sino por remarcar, tal como lo ha hecho Popper, que los conspiradores raramente llegan a consumar su conspiración. Esto es así porque los hechos reales difieren de las aspiraciones, ya sean individuales o colectivas, en cuestiones sociales haya o no conspiración. Es en la vida social donde aparecen un gran conjunto de reacciones imprevisibles que no pueden ser digitadas por un individuo o grupo particular. Por ello, para Popper, la teoría conspirativa de la sociedad no podría llegar a ser cierta ya que equivaldría a sostener que todos los resultados, aun aquellos que a primera vista no parecen obedecer a la intención de nadie, son el resultado voluntario de los actos de gente interesada en producirlos. Así, quien aún cree en la efectividad de las teorías conspirativas no escapa de una posición dogmática que busca identificarse con el racionalismo cartesiano: la defensa de un sujeto dirigista, planificador, poseedor de un certero y absoluto conocimiento e incapaz de dejar algo librado al azar o a la espontaneidad.


La teoría de la conspiración elude la responsabilidad individual cargando todas nuestras culpas, fracasos y dolores sobre un ser ajeno a nosotros, un “Gran Otro”  que puede estar encarnado en un individuo o grupo de poder del que nos separa una distancia ética insalvable. “Somos pobres y desgraciados por todos aquellos que nos manejan, controlan, dirigen y espían nuestras vidas”….un visión reductivista con gran poder explicativo para todas aquellas personas que olvidan las sabias palabras del divulgador científico, Carl Sagan, en crítica a tales teorías: “Las afirmaciones extraordinarias requieren siempre de evidencia extraordinaria”.

Prof. Nicolás Martínez Sáez

Nota publicada en el diario La Capital de Mar del Plata, el día 21 de Octubre del 2013