Desde la década del 90 del siglo pasado, los juegos de mesa han resurgido en Occidente como forma de ocio activo logrando un mejor balance entre estrategia y azar, frente a juegos modernos como el Monopoly (1933) o el TEG (1978), la versión argentina del Risk (1959). La actual situación de pandemia ha incrementado el interés por los juegos de mesa tanto de clásicos e inmemoriales como el ajedrez, las damas y el backgammon como de nuevas y numerosas propuestas lúdicas dentro de lo que se denominan juegos de autor: Colonos de Catán (1995), Aventureros al tren (2004), Virus (2015) y Kingdomino (2016) son algunas de las alternativas internacionales mientras que Combate de San Lorenzo (2014), Conejos en el huerto (2016), Corona de hierro (2017) y Republia (2019) son parte de la nueva ola de juegos de mesa de autores argentinos.
A pesar de que a primera vista, los juegos de mesa puedan
resultar ideológicamente neutros, como productos de la cultura nunca lo son y
su vigencia suele estar vinculada a la aceptación o no de los valores que
promueven o a la imagen del mundo que proponen. Si no nos resulta tan claro
pensar las dimensiones ideológicas de los juegos de mesa modernos, quizás un
juego de mesa medieval pueda permitirnos ilustrar lo anteriormente dicho. Así
entonces, a finales del siglo XI d.C. surge en los monasterios de Alemania un
juego de mesa con el fin de enseñar la aritmética pitagórica-boeciana: la Rithmomachia o también conocido como “La
batalla de los números”, un juego donde dos jugadores con 24 piezas negras y
blancas respectivamente, con formas de círculos, cuadrados y triángulos y con valores
numéricos asociados, se mueven en un tablero de 16x8 casillas con el fin de
realizar capturas, a través de operaciones matemáticas, de las piezas del
oponente. Por ejemplo, cuando el jugador negro logra colocar las piezas de
valor 3 y 5 en unas posiciones específicas del tablero, captura la pieza blanca
con valor 8 debido a que realiza lo que se denomina una captura por emboscada utilizando
la operación de suma donde 3 + 5 = 8. Los historiadores no dudan en afirmar la
influencia del ajedrez en la Rithmomachia:
el tamaño del tablero es el doble del ajedrez y algunas piezas de la Rithmomachia pueden realizar un
movimiento muy similar al movimiento del caballo del ajedrez.
La Rithmomachia,
que tenía el propósito inicial de adquirir la aritmética teórica y
prácticamente, poseía un fin que trascendía tales funciones al presentarse como
un modelo que permitía constatar la armonía matemática que regía el universo y
así implícitamente reconocer la sabiduría de su Creador. En los monasterios de
la Edad Media y en las primeras universidades medievales, la aritmética era
parte del currículum educativo que estaba dominado por las llamadas artes
liberales, aquellas opuestas a las artes manuales que hacían al hombre depender
de la materia. En este sentido, las siete artes liberales se dividían en dos
grupos: el trivium, compuesto por la gramática,
la dialéctica y la retórica y el quadrivium
integrado por la geometría, la aritmética, la astronomía y la música. El
supuesto medieval de concebir una realidad ordenada hacía de la aritmética una
condición necesaria para acceder al conocimiento del orden señalado en el libro
de la Sabiduría del Antiguo
Testamento: “Pero tú todo lo dispusiste con medida, número y peso” (SB. 11,
20).
Con la aparición de la imprenta en el siglo XV, se imprimen
y difunden varios reglamentos de la Rithmomachia
en Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. Una de las menciones más
célebres de la Rithmomachia aparece en
la obra Utopía (1516) de Tomás Moro donde
se describen las buenas costumbres de los habitantes de la isla que desechan
juegos absurdos y perniciosos como los dados para practicar juegos no muy
distintos al ajedrez como el denominado “La batalla de los números”. Sin embargo,
unos siglos antes, comienza a desarrollarse en Europa una matemática que irá a
poner en crisis la matemática pitagórica-boeciana que es fundamento del juego:
la introducción de los números arábigos, el desarrollo del álgebra y el
surgimiento de las escuelas italianas del ábaco que promueven la enseñanza de
una matemática orientada al uso práctico y mercantil donde se elimina toda
metafísica, propicia un ámbito en donde la Rithmomachia
ya no tiene lugar. Así entonces, a partir de los primeros años de 1600, la Rithmomachia se olvida y desaparece
junto con el currículum educativo medieval.
El juego se redescubre en el siglo XIX por historiadores de
la matemática y durante el siglo XX existen algunos intentos más o menos efectivos
de recuperarlo en formato analógico y digital. En el año 2012, el matemático
venezolano Tomás Guardia crea el Club
Venezolano de Rithmomachia y construye tableros artesanales con el fin de convertir
a la Rithmomachia en una herramienta
para el aprendizaje lúdico de las matemáticas. En su afán de difundir este
valioso juego, el club desarrolla un reglamento en español que aun está
disponible para descargarlo en internet: https://drive.google.com/file/d/1SgY8qkFf8sJHgbqr3B12VM-TsnSlt0Nh/view
Por Nicolás Martínez Sáez
Nota publicada en el diario Ámbito, Buenos Aires, Argentina. https://www.ambito.com/opiniones/juegos/la-rithmomachia-o-la-batalla-los-numeros-un-juego-mesa-digno-recuperar-n5186888