Antonio Escohotado (Madrid,
1941), filósofo español y quizás uno de los pensadores actuales más profundos
de habla hispana. Traductor de Hobbes, Jefferson y Newton, comenzó su carrera
escribiendo sobre los presocráticos, mitología occidental, crímenes sin víctima
y hasta un tratado de Metafísica, a la cual define como “poesía en prosa”.
Polémico por su famosa obra “Historia general de las drogas”, de 1.600 páginas,
que le valió una denuncia por apología a la droga precisamente durante su
visita a la Argentina hace veinte años, emprendió la titánica tarea de
documentar y contextualizar las manifestaciones comunistas desde el siglo I
a.C., cuando aparecen las primeras noticias escritas. El primer tomo de “Los
enemigos del comercio” salió en el año 2008, el segundo en 2013 y el tercero se
acaba de editar en el mes de Noviembre. Escohotado afirma que ha escrito esta
trilogía para autoaclararse de un pasado en que, según sus palabras, ha sido
más rojo que la muleta de un torero.
Con amabilidad y generosidad accede a contestar unas preguntas por correo
electrónico.
Alguna vez usted habló sobre “el miedo a uno mismo” y “el miedo al
prójimo”, ¿pueden estos títulos resumir sus obras “Historia General de las
drogas” y “Los enemigos del comercio” respectivamente? ¿Es el miedo el
sentimiento que permite explicar tanto el rechazo hacia el consumo de drogas
como hacia al comercio?
AE: Sí, mientras eso no implique
simplificar la cuestión, una de las más complejas entre las imaginables. Por lo
que respecta al primero de los miedos, toda suerte de droga psicoactiva nos
expone ora a la introspección ora a exteriorizar el temperamento -por no decir
que siempre a ambas cosas- y abundan quienes temen conocer su intimidad, así
como los avergonzados por aquello que hicieron al calor de la ebriedad. De ahí
que la “sobria ebrietas” grecorromana sea el compromiso moral y el arte de
aprovechar la efusión psíquica, adentrándonos con denuedo en los pliegues del
inconsciente, y al tiempo evitando los trances de idiocia o agresividad que
fundan la resaca de gentes con mal vino, por ejemplo, o de los que toman
cocaína y éxtasis para hablar interminablemente de sí mismos. Proyectada como
defensa de los demás, la guerra a La Droga (un universal infundado, dada su
variedad intrínseca) es una empresa tan absurda como batallar contra los
coches, la dinamita o el ingenio químico, y su destino invariable es triunfar
fracasando.
El miedo a los comunistas resulta
más evidente, porque su pretensión de poner primeros a los últimos es la
fórmula más sintética de preconizar no ya discordia genérica sino violencias
inmediatas. Prolegómeno de todo, la
expropiación del prójimo pasa por ser un acto de restituir, que se retrotrae a
una igualdad material tan originaria como solo fabulada, y caso de sacarse
adelante –por supuesto con ayuda de censores, verdugos, leyes secretas y
retroactivas, etcétera- vuelve a incurrir en la dinámica de triunfar
fracasando. La conquista del pan se convierte en crisis de la harina, y todo lo
requisado desaparece en el pozo sin fondo del autócrata que sin haber trabajado
nunca se nombra mesías del trabajo, dispuesto a traer coactivamente un paraíso
terrenal marcado por desnutrición y desabastecimiento. Salvo los ricos, nadie
temió al comunismo antes de que se pusiera en práctica, pero desde entonces su
principal adversario es el trabajador.
En sus libros, conferencias y artículos, he logrado ver un notable
esfuerzo de síntesis entre dos filósofos que, por lo menos desde la Academia,
suelen presentarse como contrarios: Kant y Hegel. Las tesis del hombre como fin
en sí mismo (Kant) y del hombre como medio (Hegel), ¿pueden ser compatibles?
AE: Ambos consideran al ser
humano como fin en sí. Solo me explico suponer otra cosa desde un equívoco en
torno al concepto de finitud, que para Kant es mera imperfección humana y en Hegel
el medio para trascendernos. El espíritu se realimenta con la constante
superación de lo inmediato, pero eso no quiere decir que el individuo sea nunca
algo distinto de lo santo e inviolable para cualquier otro individuo.
Su trilogía de los Enemigos del comercio parece ser la mayor
reivindicación, desde el mundo intelectual, a los comerciantes. Los
intelectuales, en general, los han ignorado y la clase política los ha
exprimido con impuestos. ¿No es su trilogía una afrenta contra todos aquellos
que han ocultado a estos verdaderos héroes de la Historia Universal, es decir, los
que han hecho del comercio una actividad útil para el prójimo?
AE: A diferencia de las
relaciones impuestas con mayor o menor fundamento –la religión, la
nacionalidad, lo acostumbrado-, el comercio inaugura una esfera volitiva por
naturaleza, donde cuanto más progresa la afluencia más se consolida el derecho
a la excentricidad, una libertad de hecho que orienta la labor y el gasto de
cada uno en la dirección personalmente elegida. Tras milenios de escasez, la
explosión de abundancia e inventiva que culmina en internet refleja la creación
de capital derivada de que vaya cundiendo el
fabricante/inventor, principal filántropo de nuestros días. Ahora
sabemos que el activo más valioso es la innovación, un factor tan indeseable
para las sociedades de naturaleza clerical-militar como vital para las
comerciales.
Creo que mi trilogía alterna
panorámicas generales sobre cada época con una galería de protagonistas, tanto
amigos como enemigos del comercio. Sesgada ideológicamente, y lacunaria por
pereza a la hora consultar fuentes primarias, la historia que cuentan escuelas
y universidades se deja en el tintero lo mismo a Francis Place que a Cobden o
Carnegie, porque en vez de promover bilis rabiosa cultivan la compenetración
llamada armonismo, pero no mirar ese lado del cuadro solo logra hacer menos
amena y concreta la secuencia de hechos.
Luego de la trilogía…¿sobre qué tema seguirá estudiando y escribiendo?
AE: No tengo ni idea, ni dedico
un minuto a esa cavilación. Cada hora tiene su afán, y el mío de momento es
celebrar que saqué adelante una autoaclaración quizá útil para terceros. Juego
al ajedrez online, hago algo más de vida social, leo poco y básicamente floto
sobre la existencia, libre de toda prisa por la sensación de haber dado a luz.
Morirse estaría bien, cuando lo fundamental se cumplió, pero tampoco es cosa de
acelerarlo.
Prof. Nicolás Martínez Sáez
Link: http://www.lacapitalmdp.com/antonio-escohotado-salvo-los-ricos-nadie-temio-al-comunismo-antes-de-que-se-pusiera-en-practica/
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