Miguel
Ángel Quintanilla es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la
Universidad de Salamanca. Ganador del premio de Ensayo Fundesco en 1988 con su
obra “Tecnología: un enfoque filosófico” es un referente obligado para todo
aquel que quiera indagar en las problemáticas surgidas en la rama más joven de
la filosofía: la filosofía de la técnica. Conversé con él y con gran amabilidad
contestó mis preguntas.
¿Qué
relaciones existen entre la ciencia y la tecnología en la actualidad?
Las tecnologías más innovadoras y más eficientes se
nutren de los resultados más avanzados de la investigación científica. Pensemos
en las tecnologías de la información y la investigación en física del estado
sólido. O en la tecnología armamentista y la física nuclear. Por otra parte,
gracias a la tecnología, la ciencia puede explorar con nuevas herramientas
ámbitos de la realidad que durante siglos se han considerado inaccesibles: el
espacio, el cerebro, la biología molecular… Esto ha hecho que algunos expertos
se inclinen a hablar del conglomerado “tecnociencia” como una nueva realidad,
en la que se confunden valores epistémicos como la verdad o la objetividad y
valores tecnológicos como la efectividad o la eficiencia. Creo que es un error.
La ciencia y la tecnología están íntimamente entrelazadas en la sociedad
actual, pero no son lo mismo. Si las confundimos corremos el riesgo de perder a
una de las dos o a ambas: un proyecto tecnológico (si es científicamente
viable) se puede hacer realidad por decisión política o por intereses
económicos, pero su viabilidad científica sólo se puede establecer mediante el
razonamiento y la demostración empírica.
¿Cuáles
son los principales desafíos que presenta la filosofía de la tecnología?
Se ha desarrollado mucho en las últimas décadas.
Pero su desarrollo ha estado muy condicionado por una visión determinista del
desarrollo tecnológico. Poco a poco hemos ido entendiendo cada vez mejor que la
tecnología es una empresa humana, y que su desarrollo no es ni automático ni
ineludible. Necesitamos comprender mejor los factores que influyen en el
desarrollo tecnológico, y asumir más activamente la responsabilidad humana
sobre el mismo. Este sería el principal desafío de la filosofía de la
tecnología: ayudarnos a comprender y a asumir nuestra responsabilidad sobre el
desarrollo tecnológico.
¿En
qué medida nuestro sistema económico y social depende de la innovación? ¿Cómo puede
afectarlo la robotización masiva de empleos en las próximas décadas?
Los economistas piensan que la innovación es el
factor más importante para el aumento de la productividad, y por eso es la
fuerza que más decisivamente potencia el crecimiento económico y el bienestar
social. Esto vale para muchos tipos de innovación, pero especialmente para la
innovación tecnológica de carácter radical. Ahora bien, deberíamos
acostumbrarnos a pensar en la innovación (y en el crecimiento económico) como
una opción, no como una obligación. Ante cada encrucijada civilizatoria casi
siempre hay una panoplia entera de posibilidades de acción, todas ellas con
contenido innovador. El reto es optar por aquellas posibilidades tecnológicas
que sean más coherentes con nuestros principios e intereses como seres humanos.
Yo creo, por ejemplo, que es muy posible que en los próximos años desaparezcan
millones de empleos en actividades rutinarias que podrán ser realizadas por
nuevos robots, sencillos y baratos. Pero eso solo quiere decir que deberíamos
estar ya tomando decisiones para ordenar la irrupción de la robótica en la vida
cotidiana, en el mercado de trabajo, en la educación, etc. Es urgente.
El
filósofo José Ortega y Gasset ha sido precursor de la filosofía de la técnica
con la “Meditación de la técnica” de la década del treinta. ¿Qué vigencia tiene
aún la obra de Ortega?
Creo que es, a pesar de su brevedad y sencillez, la
obra más importante que se escribió en el siglo XX sobre la técnica. Sigue
siendo de plena actualidad y yo recomiendo a mis alumnos que la tengan como
libro de cabecera. Hay dos ideas allí que no deberíamos olvidar: la primera es
que la técnica es parte esencial de la condición humana (somos humanos porque creamos
nuestra propia realidad transformando el entorno a través de la técnica). Y la
segunda es que esa condición humana es esencialmente creativa: no usamos la
técnica para satisfacer nuestras necesidades, sino para inventárnoslas (para
satisfacer nuestras “necesidades superfluas”, dice Ortega, con su peculiar
estilo).
¿Cuál
es su opinión respecto del transhumanismo y su postulación optimista de un
futuro de fusión entre el ser humano y la tecnología?
No me desagrada la música, pero sí la letra de la
canción transhumanista. Creo que en el trasfondo hay una visión determinista de
la técnica con la que no estoy de acuerdo. El mismo objetivo de “fusión del ser
humano y la tecnología”, chirría en mi visión de la técnica: ésta es, en si
misma, parte y resultado de la actividad humana intencional. Es cierto que el
propio desarrollo tecnológico puede llevar a cambios radicales en la especie
humana. Pero no estoy tan seguro de que los cambios, por ser radicales y
nuevos, sean en sí mismos deseables. El futuro de la humanidad no está escrito
por la tecnología actual: al revés, la humanidad actual tiene en sus manos la
responsabilidad de definir cómo va a ser la tecnología del futuro. Creo que
siempre debemos tener en cuenta cuáles son nuestros objetivos humanos y debemos
hacer que nuestras innovaciones tecnológicas respondan a ellos. Hay un
principio moral que me parece que deberíamos mantener en filosofía de la
tecnología y que dice algo así como “No todo lo que se puede hacer debe ser
hecho”. A veces el discurso transhumanista parece responder al principio
contrario: “Todo lo que se pueda hacer se hará”. No estoy de acuerdo.
Prof. Nicolás Martínez Sáez
1 comentario:
Muy buena la nota.
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